De viaje por Bretaña

(Tercera parte y última)

 

Al día siguiente tomamos rubo hacia Cap Fréhel, para contemplar con fascinación la salvaje y violenta belleza de este cabo. Es hermoso contemplar el paisaje que desde ahí se divisa: la vegetación de la zona, los miles de gaviotas que pueblan esos acantilados y la vista del cercano Fort La Latte, fotaleza del siglo X, creada para proteger la costa de los piratas normandos.

A la izquierda, el impresionante faro de Cap Fréhel. A la derecha, vista de Fort La Latte desde Cap Fréhel.

Continuamos por la costa en dirección a Pointe de l'Arcouest, con la intención de tomar el barco que llava a île de Bréhat, un pequeño y hermoso pedacito de tierra donde estan prohibidos los vehículos a motor, excepto los tractores. Todo el que la visita debe desplazarse por ella a pie o en bicicleta... después de que me había decidido a ello el precio era prohibitivo ¡en otra ocasión será! Tras ello decidimos montarnos un picnic, reponer fuerzas y admirar el maravilloso paisaje que desde allí se divisaba.

Seguimos dirección Tréguier hacia la Cornisa Bretona para alcanzar la espectacular Costa de Granito Rosa. La verdad que el paisaje de la costa es tan hermoso que a cada momento estábamos parando el coche para hacer una foto... regresamos a España con una verdadera colección de fotos de esta zona. Todas preciosas, pero todas iguales (juas, juas).

Al fin llegamos a Ploumanach donde admiramos sus promontorios de roca rosa de extrañas formas.

Arriba, Aoife desde el faro de Ploumanach. Abajo, dos instantáneas más del lugar.

Muy a nuestro pesar, no pudimos visitar el resto de la costa norte de Bretaña, aunque tampoco lo teníamos previsto, puesto que sabíamos que el tiempo lo impediría, así que regresamos, por un ratito al interior, dirección Morlaix y allí nos desviamos a St- Thégonnec, una de las localidades que forma parte de la ruta de los "enclos paroissiaux", o complejos parroquiales (más o menos), y que discurre entre Morlaix y Brest. Estos son espacios sacros destinados a la reunión del pueblo. Rodeados de un recinto de piedra disponen de la iglesia, el osario y un pequeño cementerio, además de los impresionantes via crucis, en los que, escuplida en piedra (kersatite, es su nombre), se representa la Pasión de Jesucristo. Son una muestra de la antigua religiosidad bretona y un arte difundido en los siglos XVI y XVII.

Complejo parroquial de St-Thégonnec

Proseguimos nuestro viaje hacia Plugastel Daoulas, encantadora localidad de la región de Finisterre, donde, de nuevo, nos alojamos en un Etap Hotel. Degustamos la gastronomía del lugar (¡no os perdáis las renombradas fresas de Plougastel! ¡Son exquisitas!) y descansamos. La mañana siguiente, antes de continuar hacia el sur, visitamos el complejo parroquial de la ciudad, donde destaca el gran vía crucis, uno de los más armoniosos y ricos de Bretaña, y nos hicimos la boca agua contemplando los escaparates de las pastelerías repletas de dulces elaborados con fresas.

Vía Crucis de Plougastel Daoulas

Tras abandonar Plugastel, nos adentramos en la península de Crozon, caracterizada por sus acantilados rocosos y pequeñas playas escondidas. en los acantilados que delimitan la bahía, el mar ha formado numerosas grutas sólo accesibles durante la marea baja. Siguiendo las carreteras que araviesan desiertos brezales y bordean pequeños pueblos llegamos a la espectacular Pointe de Penhir.

Vista de Pointe de Penhir

De nuevo, retomamos el viaje. Esta vez en dirección a Locronan, pequeño y hermosísimo pueblo, excelentemente conservado y dedicado en gran parte al turismo. No es posible recorrer sus calles en coche. Por el contario, el visitante deberá dejar su vehículo en alguno de los aparcamientos publicos situados a las afueras de la localidad, para acceder a ella a pie. Productora de telas de lino de excelente calidad en los siglos XVI y XVII, alberga residencias de nobles y ricos mercaderes que rodean la Grand Place, conjunto arquitectónico con casas de granido de época renacentista. Destaca la Iglesia de St-Ronan de estílo gótico flamígero.

Arriba, dos vistas de la Grand Place de Locronan. Abajo, pintoresco rincón en una de sus calles.

A mediodía llegamos a Quimper, encontramos nuestro alojamiento y nos instalamos. Pasamos la tarde caminando por sus bulliciosas y comerciales callejuelas, próximas a St-Coretin, una de las primeras catedráles góticas de Bretaña, y de veras que es hermosísima, por fuera y por dentro.

Más tarde nos dirigimos a contemplar una idílica puesta de sol a Pointe du Raz. El panorama es grandioso. Se puede admirar el faro de la Vieille y la isla de Sein. La estatua de Notre-Dame des Naufragès, recuerda que este tramo de mar, atravesado por una fuerte corriente, es especialmente peligroso para los navegantes. No menos impresionane es la Pointe du Van. Nosotros visitamos ésta en primer lugar y, desde luego, no tiene nada que envidiar, sólo que la Pointe du Raz está más explotado turísticamente.

Vista desde Pointe du Raz

La mañana siguiente... ¡qué nervios! Íbamos a Lorient, a presenciar el desfile inaugural del Festival Intercéltico que allí se celebra la primera semana de agosto. Agrupaciones de música folclórica celta (Bagades) se daban cita en las calles de la ciudad para inundarla con el ritmo de sus tambores y el timbre de sus gaitas y cornamusas. Venidas desde Escocia, Irlanda, Galicia, Asturias y desde todos los rincones de Bretaña, las bandas y danzantes ataviados con los trajes típicos de su lugar de origen, nos hicieron sentir la magia celta a través de su arte.

¡Y yo conseguí la foto!

Aoife con dos ¿reinas? (o algo así) de las fiestas. Fijaos en la increible cofia que porta la chica de la derecha. Es muy curioso. Dentro del ropaje típico de las mujeres bretonas, una pieza importantísima es la cofia. Dependiendo de la localidad de la que proceden, la cofia es de una forma u otra. Yo las he visto de cerca y llevan un trabajo impresionante. Os remito al siguiente enlace sobre el tema:

http://coiffes.free.fr/coiffes/index.html

Tras reponer fuerzas comiendo unos ricos y típicos mejillones con patatas fritas en una pequeña localidad costera (de la que no recuerdo el nombre), nos dirigimos hacia Vannes, ciudad medieval del sur bretón, donde se conservan casas de los siglos XV-XVII y rincones de enorme encanto. Su muralla y sus bastiones forman uno de los complejos fortificados más interesantes de Francia y, una vez más, merece la pena perderse por sus callejuelas estrechas para contemplar el estilo arquitectónico Bretón.

Dos instantáneas la ciudad de Vannes. a la izquierda el foso que rodea la muralla, transformado en jardín. A la derecha, al fondo, la catedral de St-Pierre.

Y, deseando volver a la mágica Bretaña en otra ocasión, aquí acabó nuestra primera visita al Armor (Bretaña del mar) y al Argoat (Bretaña de los bosques).

A la mañana siguiente, cientos de kilómetros de carretera nos llevarían hasta Burdeos, y hasta España en otra jornada más.

Si lo deseas, puedes dejar tu mensaje en mi "Mapa de visitas"

Volver a De viaje

Volver a Bretaña 1 Volver a Bretaña 2