Nuestro viaje a Irlanda

 

En el mes de agosto de 2001 realizamos un pequeño viaje de una semana de duración por la preciosa isla irlandesa, cuna del afamado escritor James Joyce, de la cerveza Guinness o de los estupendos Chieftains, sin olvidar a los inigualables U2.

Lo primero que nos sorprendió al arribar allí fue... el calor tan espantoso que hacía. Llegamos a la conclusión de que los dioses celtas asignaron la bendición de la lluvia casi constante a aquella tierra, porque, de no ser así, el astro Sol los hubiera fundido en un instante.

Como habíamos hecho en ocasiones anteriores, tomamos la decisión hacer el recorrido "a nuestro aire", es decir, volar hasta Irlanda, alquilar un coche, conducir por la izquierda, y alojarnos en casas particulares en régimen de Bed & Breakfast, disfrutando en cada desayuno de las delicias hipercalóricas irlandesas.

Comenzamos nuestro periplo en la capital de la República, en Dublín, atestada de gente en aquellas fechas, pero animada por un bullicio agradable. Tras un auténtica aventura en coche por la ciudad, y rodear incontables veces el Trinity College, logramos encontrar nuestro alojamiento, "Hazelhurst", una preciosa casita junto a la nueva universidad, regentada por Joan, una simpatiquísima irlandesa que nos acogería durante dos noches. Visitamos, más calmadamente, el Trinity College, admiramos el hermoso libro de Kells (fascinante), paseamos por O'Conell Street y Graphton Street, degustamos una auténtica pint of Guiness y nos deleitamos con música irlandesa.

ChristChurch Cathedral

Al día siguiente emprendimos nuestra ruta hacia el sureste de la isla, visitando las ruinas monásticas de Glendalough (siglo V) y las montañas Wicklow, pasando por Kilkenny con su espléndido castillo y jardines que lo rodean, y terminando la jornada en Waterford. Allí nos alojamos en "Ashleigh", otra encantadora casita con unas preciosas habitaciones forradas de madera y decoradas en vivos colores.

Glendalough

Castillo de Kilkenny

La mañana siguiente visitamos la fábrica de cristal de Waterford, uno de los más refinados, trabajados y... caros cristales del mundo. Tras ello, nos dirigimos hacia la grandiosa y espectacular Rock of Cashel, conjunto amurallado de edificios eclesiásticos, uno de los centro más importantes de Irlanda en la Edad Media, desde donde gobernaron durante casi mil años reyes y hombres de la Iglesia

Rock of Cashel

Finalizamos nuestro día en Blarney, alojándonos de "Sunnyside" ,tomando una taza de té con galletas en el jardín y en compañía del ama de la casa. Por la noche, visitamos uno de los numerosos pubs de la localidad, donde, precisamente aquella noche tenía lugar la habitual reunión de los miembros de un grupo de música folck. Desde el maestro hasta el electricista, llevaban más de 20 años reuniéndose una vez por semana para compartir su vida y divertirse haciendo música.

El cuarto día nos dirigimos hacia Killarney para visitar Killarney National Park y Muckross House, atractiva mansión victoriana rodeada de hermosos jardines, en los que abundan los árboles y arbustos de especies exóticas.

Muckross House

Dirigiéndonos hacia Ladies View, lugar desde el que se aprecia una maravillosa vista del parque (si no está nublado, claro), abandonamos la zona. Puesto que no disponíamos de mucho tiempo para rodear el anillo de Kerry (dicen que es uno de los lugares más hermosos de la isla), y aconsejados por la dueña de la casa en la que nos alojamos, decidimos visitar la península de Beara, tan bonita como la de Iveragh, pero más pequeña.

Ladies View

A primera hora de la mañana siguiente visitamos Blarney Castle y cumplimos con la tradición: besar la piedra de Blarney.

Heme ahí, cumpliendo con la tradición y un pelín asustada.

Cuenta la leyenda que la piedra de Blarney sirvió de almohada a Jacob cuando soñó con los ángeles en el desierto. Según otra leyenda, la piedra es sólo la mitad de otra piedra más grande, y esa otra parte es la piedra del Destino, sobre la que eran coronados los reyes escoceses... Pero la historia más conocida dice que cualquier persona que bese la piedra recibirá, por arte de magia, el don de la elocuencia. Para besar la piedra hay que tumbarse bocarriba, con la cabeza mirando al vacío (hay una rejilla de seguridad además de la ayuda de un vigilante).

Blarney Castle

Tras esta "vertiginosa" experiencia, continuamos nuestro viaje hacia el noroeste irlandés. Y por fin llegamos a los acantilados de Moher. Continuando con la jornada de vértigo, nos asomamos por los citados acantilados, con 200 metros de caída libre bajo nuestras cabezas. ¡Impresionante, pero no apto para cardíacos!

Acantilados de Moher

Concluimos la jornada en Galway, ciudad muy comercial y animada, además de muy concurrida, puesto que en aquellos días tenía lugar una importante competición hípica. Nos alojamos en "Kilbree House", regentada por Mike y Aneette O'Grady.

El sexto día de nuestra aventura recorrimos Connemara, corazón romántico del oeste de Irlanda, agreste y pantanosa, rodeada de montañas y costas abruptas, donde la mayoría de la población habla en gaélico. Visitamos Roundstone, y su fábrica de Bodhrán, instrumento típico irlandés fabricado con piel de carnero. Mojamos nuestros pies en el océano, en la bahía de Mannin, recorrimos el "camino del cielo" (Sky Road), comimos en Clifden, y contemplamos la hermosísima Kylemore Abbey.

Bahía de Mannin

Sky Road

Kylemore Abbey

En la penúltima jornada, de camino hacia Dublín visitamos Clonmacnoise, uno de los santuarios más bellos e interesantes de Irlanda que, en su día, fue el centro más influyente de la Europa prenormanda. En su interior, además de dos torres circulares, ocho antiguas iglesias y una catedral del siglo XIV, hay tres cruces labradas en piedra, destacando la cruz de las Escrituras, trabajada con todo detalle, que data del siglo X y sobrepasa los cuatro metros de altura.

Cruz de las Escrituras. Clonmacnoise

Nuestra último día de estancia en Irlanda transcurrió en su mayoría en Brú na Bóinne, una verde y tranquila extensión de 15 kilómetros de tierra de labranza a lo largo del río Boyne. Es el lugar de Europa con mayor concentración de monumentos prehistóricos: dólmenes, alineamientos, menhires y tres soberbias tumbas neolíticas en Dowth, Knowth y Newgrange.

Vista frontal de Newgrange

Nosotros visitamos Newgrange, la cual ya tenía 500 años cuando se empezaron a levantar pirámides en Egipto, y hacía miles de años que se usaba cuando se construyo Stonehenge. Es impresionante poder contemplar la inmensas tumbas de losas de piedra talladas y decoradas con misteriosos motivos y símbolos.

Detalle de la losa de la entrada a la tumba

Si uno se tumba boca arriba en el suelo del nicho más alejado de la entrada, se puede mirar a través del corredor y ver la abertura sobre la losa de la entrada iluminada por el sol. El 21 de diciembre, la luz del amanecer penetra por la abertura y avanza lentamente por el corredor y la cámara central hasta llegar a la mitad e la pared del fondo, dando paso a la completa oscuridad en unos minutos.

Una curiosidad: para experimentar este fenómeno existe una lista de espera de 10 años. Mientras tanto, nos podemos conformar con la simulación del mismo.